2ª vuelta. ¡A por todas!
Permítanme la burla. Perdón si en algo ofende. Pero hace risa que haya quien mire al Zaragoza y le ponga mala cara. Al Zaragoza de Víctor Fernández, al Zaragoza del recién llegado Agapito –¡y Bandrés!–, al club que durante los últimos años apostó por poner buena cara a ser duodécimo al tiempo que rompía cristales en la Copa. Al nuevo Zaragoza que, con un proyecto a cuatro años vista, ha impresionado a todo el fútbol español –¿hace cuánto no hablaban de nosotros así?–, y que afronta la segunda ronda del campeonato inmerso en la pomada. En la pomada más complicada de los últimos años.
Hoy, el Real Zaragoza le echa la muleta a una competición en la que todos los grandes, por desgracia, están con los cuernos más afilados que nunca. Todos en crisis, ja, ja, pero corneando. Me explico: al Barça le silban –y a Ronaldinho– y es el mejor de todos; el peor Madrid de hace mucho tiempo, en el campo y en los despachos, está a un punto del líder; el Sevilla, mejor equipo del mundo del 2006, no se encuentra en el nuevo año pero es segundo y tiene al pichichi Kanouté; el Valencia se ha recuperado después de sufrir un infierno de lesiones y ya está donde debe... Y para colmo, el Atlético de Madrid, el ‘pupas’, el club al que todo lo malo le pasa –con Fernando Torres fallando penaltis como siempre–, también ha decidido que ésta es la temporada en la que va a regresar a la élite. O eso parece.
Todos, por cierto, manejando presupuestos más elevados que el del Zaragoza. Ténganlo en cuenta. Y en esas, con el Villarreal tomando sopas de ajo –es el único invitado que parece no estar en la fiesta–, el Zaragoza más ilusionante de los últimos años –con la mano en el corazón–, va a ponerse enfrente del Deportivo para empezar la ronda final. La de verdad. Clasificado para los cuartos de la Copa del Rey –otra vez a cuatro pasos de la final–, con varios jugadores llamando a las puertas de la selección y la misión de aspirar a Europa con todas las de la ley. Y quién sabe si a algo más. Vamos, pues, a creer. A tener fe. A acompañar a un equipo metido de lleno en la lucha de los más grandes de la Liga. Sin todavía serlo. Aunque quiera.
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