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22 de enero de 2007

Tablas... pero en Europa

Real Zaragoza 0 - 0 Recreativo de Huelva

El Zaragoza no pudo superar a un Recreativo que se replegó en torno a su portería para sacar un empate que deja a los blanquillos en zona UEFA.

El Real Zaragoza se ha estancado. Es una realidad evidente que ayer quedó reflejada de nuevo ante una impaciente Romareda, que veía cómo se escapaban los minutos sin que los aragoneses consiguieran encontrar el camino correcto hacia el gol. Se escapa el tren. El conjunto aragonés dejó escapar una nueva ocasión para estar rondando la Champions y lo hizo ante un rival directo en la pelea por Europa. De todas formas, queda el consuelo de ver cómo los blanquillos han finalizado la primera vuelta en las posiciones con premio. Una prueba del esfuerzo y mejora de un equipo que, no obstante, podría estar más arriba si últimamente no hubiera remoloneado con el gol. Remoloneo del que se puede culpar al equipo pero que se escenifica en la figura de Diego Milito. Un bote en medio del mar en las últimas jornadas.

Víctor intentó variar esa tendencia con un cambio de dibujo. En parte obligado por las molestias de Celades, en parte tratando de buscar soluciones para desatascar al equipo, el técnico aragonés varió el esquema para formar con un 4-3-3 ante los onubenses. Un esquema en el que apreció Longás para dar más juego de toque y combinación a un Zaragoza que con D’Alessandro más cerca del área rival y Aimar gozando de una amplia libertad que nacía en la banda izquierda, apareció en el inicio como un equipo ambicioso y ganador. Suyo fue el juego, la iniciativa y las ocasiones. La pena estuvo en que ninguna de ella fue muy clara.

Una vaselina de Sergio García que se fue por poco en el minuto cuatro, una chilena de Aimar que repelió con estilo y adornos López Vallejo pasado el cuarto de hora y una falta de D’Alessandro que se escapó por poco representaron las claras intenciones del conjunto blanquillo de querer llevarse los puntos. Sin embargo, ese dominio sin ocasiones y esa aparente ausencia del Recreativo no resultaron ser más que un espejismo. Porque los aragoneses tuvieron que soltar el acelerador para no quedarse sin gasolina antes de lo previsto. Y entonces el Recreativo se asentó. Fue descubriendo los puntos débiles de su rival y, tras hacer un intenso estudio de campo –nunca mejor dicho–, decidieron adentrarse en terreno rival.

El Zaragoza se sintió entonces vulnerable. Volvió a atenazarse sin llegar a parecer herido y se empapó del ambiente hastiado de una grada que intuía que poco más pasaría más allá de un empate sin acierto. Fueron los peores minutos blanquillos. El tiempo que aprovechan los intrépidos cazadores para hacerse con su presa. El Recre lo sabía y apareció con el cuchillo entre los dientes tras el descanso, actitud que ya había tomado en al final del primer acto.

Con D’Alessandro abusando de un individualismo excesivo, Aimar acusando el cansancio del inicio y Uche aprovechando los espacios que le ofrecían por el flanco derecho, el Recreativo encogió a La Romareda con varias acciones de peligro. Las más claras, una volea de Uche que César despejó apurado, una internada del nigeriano que acabó en nada y un remate al poste de Javi Guerrero que todo el mundo, jugadores incluidos, se quedaron mirando como a cámara lenta. Fue entonces cuando los locales se dieron cuenta de que el encuentro necesitaba algo más si no querían cerrar el primer bucle de la Liga con una derrota. Víctor también lo vio y dio entrada a Celades y Lafita para regresar al habitual 4-4-2. No es que al Zaragoza le sentara mal el dibujo que presentó al inicio, pero el Recreativo ya se había hecho a la idea y había descubierto por dónde debía atacar al Zaragoza para desarmarlo. Fue una apuesta acertada del técnico aragonés, que se vio obligado a variar en busca de la victoria.

Un triunfo que pudo haber llegado en un tramo final en el que los blanquillos se volcaron contra López Vallejo para encontrar un muro insuperable. Un muro insuperable y constantes pérdidas de tiempo de un equipo que, roto el partido que había adivinado en el primer tramo, decidió que no quería jugar más. Durmió el tiempo y escondió el punto retenido noventa minutos antes.

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