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21 de mayo de 2007

Millar de tubetas

El futbolista onírico era bajito, llevaba el gol en la sangre y había nacido en Brasil. Un día se escapó del mundo de los sueños para materializarse en humano vistiendo una camiseta azulgrana. Podría haber trabajado como ilusionista en el circo pero prefirió calzarse las botas para hipnotizar a los porteros. Actuaba como el sigilo y la sutileza de un ladrón de cuadros. Disparaba a sus víctimas con silenciador, tirando una vaselina o con un golpe de tobillo venenoso, siempre con la eficacia del cianuro disuelto en una caipirinha. En carrera era el depredador más elegante, mascullando siempre el gol entre los dientes mientras se abría paso entre los cazadores de piernas.

El destino quiso que un danés con chistera se cruzase en su camino hacia la portería. Juntos se divirtieron sobre un terreno de juego. La producción en serie de obras de arte estaba garantizada con dos socios así. Laudrup era un futbolista con vocación de ingeniero que se encontró, quince metros por delante de él, con otro que había nacido artista. El diez brasileño ponía a sus jugadas la pincelada que diferencia a un buen jugador de un fuera de serie. Sin duda lo era, tanto dentro como fuera del césped.

Se comportaba como un animal nocturno, tan despierto en las discotecas como en las áreas. Necesitaba samba y mujeres para no perder la sonrisa con el balón en los pies. Algunos pases de baile los exportó al Camp Nou. Como el día que enseñó a bailar un chotis en una baldosa a Rafa Alkorta con una cola de vaca memorable y trasgresora, importada del talento de las favelas a un fútbol español muy verde en el repertorio de regates y malabaristas.

Cuando el genio salía de la lámpara estabas perdido. Se llamaba Romario de Souza Faria y era sinónimo de gol.

Romario marcó el gol número 1.000 de su carrera anoche, en un partido por la segunda jornada del Campeonato brasileño, entre el Vasco da Gama, 'su' Vasco da Gama y el Sport Recife.

Baixinho consiguió materializar el gran sueño que le quedaba en el fútbol a través de un penalti en el minuto 47, justo en la portería que da a la capilla de Nuestra Señora de la Victoria, y el fútbol se paralizó en el Estadio Sao Januario. Romario se abrazó a Doña Lita, su madre, quien entró al terreno de juego para entregarle una camiseta conmemorativa del gol 1.000. Posteriormente el goleador le entregó en obsequio esa camiseta a su hijo Romarinho. Y tras esto, caminó desde el área en la que marcó el histórico tanto hasta el centro del campo, de la mano de sus hijas Ivy e Isabela.

Un rato antes, en los minutos 33 y 36, entre Magrao y Durval, portero y central del Sport respectivamente, habían conseguido evitar la celebración del mito, pero la resistencia finalmente cedió. Con 3-0 en el marcador para el Vasco (André Dias (2), y Romario), y delirio en las gradas, el ex azulgrana, llorando, dio una vuelta olímpica inolvidable.

2 comentarios:

zaragocista dijo...

Me alegro por Romario, aunque para mi que se ha sumado goles de más.

Por cierto,repasando tus posts....si Longás se va cedido que no dejen ni oppció de compra, que es un futbolista absolutamente sensacional tio.


Ssaludos.

F.Calvo dijo...

Yo también me alegro por él porque es un grandísimo jugador y como tal debe ser recordado.
Por cierto, hoy precisamente la Fifa ha dicho que "sólo" le reconoce 920 goles...

Lo de Longás está claro que sería sin opción de compra!! Un saludo zaragocista y espero seguir viéndote por aquí.