Se va el mejor 3 de la historia

En el evidente ocaso de su carrera, cuando el cuerpo no está en plenitud, Roberto Carlos ha tomado una sabia decisión. Su fútbol no es ya el que ha dominado cada banda izquierda de Europa durante una era, y es hora de probar en un ambiente que le suponga menos presión, y menos responsabilidad. En un Madrid de urgencias, como el actual, Roberto Carlos no tiene nada que ganar. Todo lo que tenía que hacer en el mundo del fútbol ya lo ha hecho. Puede girar la cabeza, echar un vistazo a la vitrina, y decir mirando a los ojos a cualquiera que ha sido un triunfador. Porque como futbolista su legado es una joya.
En realidad, y de alguna forma, siempre ha habido dos Roberto Carlos. Como si pudiera separar a la persona del futbolista, el brasileño, que tiene una cara muy amable, muy sonriente, también ha pecado de cierta incontinencia verbal arrogante en mil batallas, sobre todo en los últimos tiempos. Eso está bien cuando ganas, porque da ese aura de superioridad inherente a jugar en el Real Madrid. Sus palabras solían engrandecer la leyenda, de alguna forma. Pero cuando pierdes, cuando estás lejos de confrontar tu rendimiento con la historia del Madrid... entonces estás en un serio problema. Los castizos, esos de Chamberí que van cada dos domingos a Chamartín, lo llaman ser bocazas.
También ha tenido Roberto Carlos ciertos gestos polémicos. Su cercanía a Ultras Sur, con gestos amistosos como el regalo de camisetas y cosas similares, no le colocan como personaje público en un buen lugar. Es precisamente esa dualidad entre la sonrisa permanente y el acto rebelde lo que desconcierta sobre Roberto Carlos, la que hace que la imagen pública del 3 sea extrema: o lo amas, o lo detestas.
Lo que importa, y más en un día como hoy, es el peso de Roberto Carlos en la historia del Real Madrid, de manera particular, y en el fútbol, de forma general. Su testamento es brutal. Acostumbrados a laterales defensivos, algunos excelentes, como Maldini, Roberto Carlos ha revolucionado el concepto. Era una bala en el campo, un tipo que movía la cal de la banda ante la mirada cómplice del aficionado del Bernabéu, que ha disfrutado de un lateral excepcional. Posiblemente, el mejor de la historia.
En realidad, la carrera de Roberto Carlos es confusa. Muchos argumentarán que sin velocidad no hubiera pasado de 3ª División. Es probable, y al mismo tiempo banal. Venía con ese extra de serie, y ha hecho de esa zancada corta y ágil una forma de vida. Nunca antes un jugador había dominado él solo una banda entera en un campo de fútbol. Si bien nunca ha sido el mejor marcador, ni siquiera discreto, su velocidad acababa con cualquier peligro, por su banda, y también era el seguro de vida de los errores de los centrales. Eso ha sido cada vez más espaciado, debido al peso de la edad, y a las lesiones. Se acabó la exuberancia física hace algún tiempo, y aún así, no hay a día de hoy nadie en España que aúne sus caracterísiticas.

Es ahora que Roberto Carlos se va cuando hay que subirle donde merece. Al Olimpo del fútbol. Como persona da igual, no se le juzga aquí, para eso están los suyos. Como futbolista se va un fenómeno, uno de los grandes de la gran historia del Real Madrid. Le echarán de menos las bandas del Bernábeu, y casi de cualquier campo del mundo donde el brasileño campeó con tranco de campeón. Tenía que pasar, por el paso del tiempo, y pasa ahora, quizá algo tarde. Pero pasa. De Chamartín se va un icono. De Chamartín se va Roberto Carlos.
El fútbol, el recuerdo, y el futuro, más que el presente, pondrán a Roberto Carlos, el futbolista, en el lugar que le corresponde. Un grande entre los grandes.
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